La joven de la perla es uno de los retratos más interesantes de la historia del arte. Pintada por Vermeer, en 1665, y como su nombre indica, el punto central y clave en la obra es el pendiente que muestra la muchacha.
Esta obra no pertenece al género del retrato, sino a un género de pintura propio del barroco flamenco holandés conocido como la troine, que se caracterizaba por presentar retratros en los que el protagonista mostraba una expresión exagerada. Así se exponía la maestría del pintor al saber captar los gestos y los sentimientos.
Hay varias hipótesis sobre la identidad de la muchacha. Podría ser la hija mayor del maestro, la hija del comisario principal de Vermeer, o la sirvienta, Griet.
La obra atrae al espectador hacia el lienzo a través de la mirada por encima del hombro de la joven. Los labios entreabiertos crean sensualidad y misterio, y su turbante añade exotismo a esta mezcla seductora.
La mirada de la joven constituye la esencia del cuadro, es la gran protagonista, que se complementa con la sensualidad de los labios, prescindiendo de detalles que puedan desviar la ateción. Sin embargo, el punto focal principal no recae sólo en la mirada de la modelo sino en la perla, perla plasmada con sólo dos pinceladas, que reflejan por una parte el cuello blanco de la modelo y, por otro, los destellos derivados del mismo foco de luz lateral que ilumina el rostro. Este puede ser la clave de la pintura de Vermeer, su revelación de la vida secreta que se esconde en las cosas pequeñas y que puede darse a conocer si el observador de su obra tiene ojos para mirar.
Está pintado con suaves modulaciones tanto de luz, que ilumina el rostro y crea reflejos en el pendiente, como el color, a través de una paleta basada en azules y amarillos. Es por tanto, una paleta muy reducida, simple y de colores casi puros basados en una luz roja, una azul y otra amarilla. El resto son matices del mismo pigmento y mezclas.
La modelo lleva un vestido amarillo, contra el que destaca el luminoso blanco del cuello de la blusa y el turbante azul del que cae una banda entonada con el vestido amarillo limón sobre los hombros; en la oreja luce la perla en forma de gota, de reflejos opalinos. Su forma ovoide transmite peso y volumen.
La técnica del pincel es suave, pero lo bastante enérgica como para capturar todos los matices de la luz. Son estos efectos de luz, reflejo de las inquietudes ópticas del pintor, los que dan unidad a todo el conjunto. Muchas características de esta pequeña pintura han llevado a más de un erudito a creer que el pintor podría haber utilizado una cámara oscura, una especie de precursor de la cámara fotográfica moderna. La lente de la cámara imperfecta tiende a eliminar la línea y reducir la gama de tonos de luces y sombras.
En conclusión, nos encontramos ante una de las obras más misteriosas del arte, dejándonos cautivar por esa mirada que ha hecho que se compare con la Mona Lisa de Da Vinci.
Y ahora... ¿Qué opináis vosotros de la obra?
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